viernes, 29 de mayo de 2009

Grises

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Escucha, Álvaro.

Mucha gente opina que el color gris es el anticolor. Esa esencia que brota de atenuar el blanco con el negro, o viceversa. Que es un color contaminado, devaluado y asociado a la tristeza, a la melancolía, a la falta de talento o a las actitudes indecisas, generadoras de melancolías, de la prudencia mediocre de optar entre lo que nos conviene y lo que necesitamos, de la renuncia a la aceptación de que las cosas son como son y para de contar.

Por eso, dicen, que los sueños no emplean el gris, que la belleza y la pasión lo desechan y que ese es el motivo por el que, jamás, podremos encontrarlo en la paleta de los colores puros que conforman el arco iris.

Sin embargo, los que así piensan ignoran, niño mío, algo que sólo tú y yo sabemos. Porque ninguno de ellos ha permanecido, quieto, sentado sobre una gran roca gris lunar de las del Cerrillo de Costalo de nuestra Fraga con la mirada puesta en esa nube color topo, que todos los días de invierno se apoya e instala en el monte Aznaitín; una nube pesada y desmedida que abruma el horizonte y que jadea ráfagas azotando, con su aliento húmedo, el bosque de olivares para que exhiban el envés gris de sus hojas desafiantes como navajitas plateadas.

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Que cuando nuestros zapatos torpes doblan los jaramargos y zarzas, somos capaces de descubrir ramas de roble vestidas de musgo gris y que, cuando somos capaces de desprendernos de la superficie endurecida de nuestra ánima, ocupaciones y aborrecimientos cotidianos, resurge la tímida liebre con su camada de gazapos grises, color nube de primavera, que alumbró al abrigo de la madriguera instalada en la tobera que cruza el camino que conduce hasta el caserío donde Perico "ponela" y "La Pequeña", repasan su larga vida al calor de la lumbre que se delata a través del humo gris de la tosca chimenea. Y que, en ese silencio envolvente, hasta la perdiz y las torcaces se atreven a sacar sus polladas a la calva del monte, rodeada de pinos inmóviles, para que la blanca y fría luz de la luna de atardecer, luzca los grises del plumón de sus pechugas.

Distingue, pues, Álvaro, la luz de cada día de la semana, más que los colores, porque el propio sol de entre semana tiene una luz que alumbra y aún calienta, pero no anima. Las cosas son como son, sólo que los hombres tardamos en verlas.

No hay personas grises, sino almas sedientas.

5 comentarios:

Baruk dijo...

Alvaro bonito,...

lo que tu abuelito quiere decir, es que así como el sol que contemplamos en el amanecer de cada día nos calienta e ilumina, existe otro sol oculto que transita en un universo paralelo en nuestras vidas mortales, éste no podemos verlo con los ojos fisicos, pero podemos observarlo con los ojos del alma, de esta forma notaremos como nos calienta e ilumina y lo que es más importante, nos da el alimento de los inmortales.

Nota para tu abuelito: Hace tiempo leí un libro donde reflexionaban sobre esos universos y en el último capítulo, planteaban que si esos dos universos existen, nada impide que existan infinitos. Recuerda: La vida se abre paso.

Besazos

Missis B. dijo...

¡ oh Malvís!,que recuerdos de niñez vienen a mi mente,como no recordar a Perico siempre con su botella de vino debajo del brazo y con las compras en su cenacho,cuando venia de la Fraga de compras andando por la carretera, o mi querido hermano, sentado en la era de costalo,diciendo algun dia me gustaria tener aquí una casita,para nada más levantarme ver el horizonte perdiendose en el infito,besos.

Pilara dijo...

Gris se dice de lo triste, lo apagado, lo insustancial; sugiere frío, humedad, mal tiempo; evoca llevar una existencia vulgar, monótona, sombría; insinúa un ser apagado, corriente, anodino...

Puede parecer un contrasentido que sea nuestra "materia gris" la que le ponga color a todo el Universo...

Así es que, Alvaro, no te aflijas. No hay motivo de desazón, siempre la vida bulle. No importan las condiciones, lo fundamental es que exista VIDA y esta fluya.

Anónimo dijo...

A mí me gustan las perlas grises (las que son un poco más claras), los abrigos grises, las bufandas grises con unas rayas en los bordes azules y verdes. Mi padre tenía unos preciosos ojos grises...

Clea dijo...

Recordaba al ver las fotografias de ese pollito de gaviota, que es el más suave y maravilloso gris que jamás he tocado, y uno de los grises que más me ha hecho disfrutar en mi vida.

En poco más de dos meses, pase de la indiferencia por esas aves a admirarme de ellas, pues su comportamiento me demostró que no son tan tontas como pensamos ni nosotros tan listos como creemos.

Y es que los colores también enseñan, sobretodo cuando son iluminados con ese sol interior.

Un suave beso gris

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Escucha, niño mío, ahora que yo y tú, Álvaro, estamos solos, te quiero contar un cuento:
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