miércoles, 11 de marzo de 2009

El amor y el tiempo

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amor y tiempo
amor
Hace mucho, mucho, Tiempo, vino a vivir a la Fraga un joven marino. Hace tanto tiempo ya, que ni yo, ni siquiera tus bisabuelos, Álvaro, llegamos a conocerlo.

Cuentan, que estaba tan impregnado de Amor a la mar, que hasta tras la neblina que reduce el horizonte al amanecer, creía adivinarla. Y que, en las nubes bajas, veía formas y siluetas de barcos con sus velas blancas desplegadas.

Dicen que traía la mar en sus retinas y que, por eso, siempre la tenía presente. Por eso, y porque como buen marino atávico y esencial, soñaba.

A menudo soñaba con ella, con la mar. Cuentan que contaba que se veía, en sueños, mecido por su oleaje ya empujándolo, ya separándolo, en breve contacto, como de besos. Que luego, el lienzo de aquella sábana azul cedía y lo hacía descender, suavemente, como un trago de vino dulce, hasta penetrar en el fondo de su seno profundo igual que a uno más de los infinitos seres que habitan su regazo y que de ella se nutren.

Comentan, Álvaro, que nunca habría sido un buen labrador. Los labradores miran el suelo para trazar el surco en la tierra y al cielo no para admirar las estrellas, sino para implorar la lluvia o para maldecir el pedrisco, pero jamás sueñan.

Amaba, más que a todo, a la mar. Sin embargo, nuestro joven huésped no tenía otra alternativa, Álvaro, pues desde aquél aciago día en que el cabestrante enrolló su pierna izquierda, la sierra del cirujano no sólo amputó el miembro, sino que cercenó su vida y su Sueño.

Alquiló la más humilde cabaña de la fraga y pasaba los días en ella recluido del mundo, llorando. Con la lengua, recogía las lágrimas que resbalaban su rostro como queriendo encontrar consuelo en su sabor de salitre marino. Así, languidecía y se apagaba.

La Madre Naturaleza, apiadada de su criatura, quiso socorrerla. Por eso, cada vez que el joven marino lloraba, las lágrimas que regaban el pequeño huerto de la entrada hacían brotar rosas que, dependiendo del momento solar y de la intensidad de la amargura de ánimo, eran de una variedad diferente. Así fue como, frente a la puerta de la humilde cabaña, con el Tiempo, fue creándose el más precioso jardín de rosas que en el mundo existió, pues crecían las blancas Kaiserin Augusta Victora, junto a las amarillas Souvenir de Claudius Pernet; la Zigeuner Knabe con su carmesí púrpura; las Quuen Elizabeth asalmonada y las Elizabeth of Gladis, rozaban con su prima hermana, la rosada France, mientras el rojo coral de la Fragant Cloud, emulaba con la Peace y L´Etolile d´Holande. Tambien, Álvaro, crecía la más pura y bella de todas las rosas: La Iceberg, diminuta y blanca como una estrella en el cielo de invierno.

Nuestro joven marino pronto se hizo famoso en toda la fraga y su contorno. El castaño, el roble, el pino, el abedul y todos sus primos, aprovechaban las suaves ráfagas del Viento para mecerse y rozar sus copas arbóreas y transmitirse, mutuamente, las últimas noticias y novedades que trataban sobre la admiración que despertaba el jardín del marino. La zarza y las mimbres, enroscadas en los postes eléctricos, emitían mensajes sin cesar, pues su dueña, la Envidia, propalaba insinuaciones acerca de hechizos y embrujos, mientras que los labriegos hablaban de un guano de gaviotas y pingüinos que decían que el marino almacenaba de sus viajes de ultramar.

Relatan que el marino se hizo muy rico y famoso. Que todas las casas nobles y hasta las realezas continentales, encargaban los ornatos florales de sus eventos al huésped de la Fraga. Pero que, sin embargo, Álvaro, el marino seguía triste porque estaba lejos de su Amor que era la mar.

Como no cesara de llorar, la Madre Naturaleza acudió a sus ruegos, nuevamente.

- Madre Naturaleza- exclamó el marino- llévame junto a mi mar amada.

- Yo rijo el destino de los Hombres y no puedo ausentarme - respondió-. Más ordenaré que te sean enviados todos mis colaboradores por si alguno de ellos puede ayudarte.
Y la Fraga se sumió en días de profunda calma.....

Un día, apareció por la fraga una nube, joven y torpe, que inconsciente e inexperta, bajó tanto para admirar el jardín de flores del marinero, que rasgó su cenicienta envoltura con las altas copas de los pinos y todos los granos de agua de su negro vientre, cayeron. Llovió tanto que faltaba aire para respirar, y en varios días nada pudo moverse bajo la lluvia. El espacio se llenó de hilos líquidos como una cortina flotante. La Tierra, aterrada aún por la experiencia diluviana, desplegó toda su sabiduría para no anegarse: ordenó a los musgos ensancharse, a las piedras de los caminos que se adhirieran; cada hoja, que cargase con todas las gotas que pudieran soportar, y a los hongos, esos enanitos subterráneos maliciosos y burlones, que desplegaran sus paraguas....

Pero todo parecía resultar inútil. Tras más de diez días, al cesar la lluvia fue cuando el marinero contempló un remedo de su Mar amada frente a la puerta de su modesta cabaña. Y sin embargo, prorrumpió a llorar con más fuerza.

- Madre Naturaleza, dijo nuestro amigo, mi jardín de rosas está cubierto por una gran masa de agua. ¡ Por favor, sálvalas que se ahogará su fragancia¡

- Creé para tí un mar en esta verde y quebrada extensión de suelo, para que pudieras elevar su ausencia a lo más íntimo de tu ser, en su propia compañía - dijo ella, extrañada.

- Es que yo la amé tanto y, sin embargo ahora... - se interrumpió el marino con avergonzada melancolía, bajando la mirada.

- El amor nunca muere, es eterno y universal, pero tan sólo guarda todo aquello que sientes cada vez que surge en la memoria de tu alma como algo bello e imperecedero- le respondió.

Recuerda, pues, Álvaro. No dejes nunca morir aquello que te mantenga vivo.
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Utiliza tu cordura, mantén limpia tu alma y firmes tus pasos y tus convicciones, porque sólo así ennoblecerás tus actos.
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El Tiempo está en tu mente, el Amor, en tu corazón.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Alvaro bonito,

aquí tu abuelito te ha legado unos consejos de los más sabios y entrañables de todos: ennoblecer tus actos y sobretodo no dejar morir aquello que te mantenga vivo.

Y si aprendemos todos la lección del marino, buscaremos las palabras adecuadas siempre que pidamos un deseo, no sea que este se cumpla de la forma no apropiada.

Un besito

Pilara dijo...

El amor nace del recuerdo, la lejanía te hace idealizar lo querido. A pesar de ser un fenómeno inexplicable, absurdo e ilógico, la inteligencia lo mantiene vivo. El deseo de posesión lo enferma limitándolo, empobreciéndolo y muere con la desidia y el olvido.
Amar es vivir y sólo se puede vivir amando.

Así es que, Alvaro, no te aflijas. No hay motivo de desazón, siempre la vida bulle. No importan las condiciones, lo fundamental es que exista VIDA y esta fluya.

Anónimo dijo...

Gracias por compartir los cuentos para Álvaro.

Espero que a él no le importe y que, por el contrario, le llene de orgullo.

Baruk dijo...

Gracias a ti también Almudena por visitarnos.

Besazo

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Escucha, niño mío, ahora que yo y tú, Álvaro, estamos solos, te quiero contar un cuento:
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