sábado, 17 de enero de 2009

El sillar

Escucha, Álvaro, pues hace ya hace muchos lustros de esta historia. Es la historia del sillar. Aún no había tomado ese nombre. Ni siquiera existía. Era, sólo piedra; piedra berroqueña esparcida por los montes y las sierras del Aznaitín, cuando en las serranías y oteros de Mágina cantaban canciones de amor.
.
Le pediremos, Álvaro, que no se enfade. Yo, tan solo escuché su historia un día que los pinares de la Fraga referían viejas historias de enamorados.

Fue en el antaño, cuando por los valles corrían romances de amor y cantigas de serrana y el viento, que silbaba entre las rocas, y las piedras llevaban ecos lastimeros entre sus senos. Sonaban igual que esas flautas, quejidos de los campos que cantan en el atardecer, cercanos los rebaños y en reata hacia el recuento.

No eran latidos de corazones de hombres. ¡Son a veces tan falsos¡. Eran gemidos de las piedras, piedras que lloraban cautivas de amor. Su amor ¿ quien podía ser su amor?. No eran ni los pinares en flor, ni los riachuelos de romance ni los alcotanes en vuelo. Siempre el amor busca lo imposible, eso que siempre se ama; lo posible sólo se ama un vez. El amor de las piedras de la sierra y de las rocas de los ribazos era…el hombre.

Pero las piedras cantaban y cantaban en balde, pues sus canciones se perdían entre valles y los riscos. ¡Eran tan traidoras las hondonadas de las sierras…¡. Pobres de las piedras que querían declarar su amor al amado y nunca podían llegar hasta él y nadie quería llevarles su embajada de cariño.

Era una noche, con luna llena y tres estrellas en línea. Sonaban arpas y rabeles, gigas y albogues, gaitas y añafiles. Eran los desposorios de la luna y los pinares. Hasta las piedras lloraban de amor. Y a la mañana siguiente, cuando el rocío, perla de los campos, irisaba las piedras sollozantes, los gemidos de las piedras se esparcían por todos los ámbitos de Mágina..

Entre las piedras discurría un río saltarín y gozoso. Aún era joven y no sabía de males de amor. Y al escuchar el llanto de las piedras, quiso consolarlas. Siempre el consuelo es de los más pequeños. Y el río, saltarín y gozoso, fue hasta el poblado a llevar misivas del amor preso por su misma fuerza, y sonriente en la lejanía. Y el picapedrero cojo, que también estaba enamorado de la sierra y de las piedras que se asomaban en lontananza, le cantó mudos quejidos de amor.

Una tarde, el pueblo se cubrió de niebla. Entonces, las piedras, con rabia infinita, se arrancaron de sus cimientos y se lanzaron por las cuestas y los terraplenes, sin mirar obstáculos, ciegas, buscando a su amor que había desaparecido. Y en monstruosa tormenta y en armonía terrible de preludios de infierno, bajaron las piedras de la sierra, una a una, hasta acercarse al taller del picapedrero. Se colocaron en pie de batalla pensando en algún posible rival, mas cuando la niebla desapareció a la aurora siguiente, se sintieron enormemente felices, pues tenían a su enamorado cerca de ellas. Y entonces, como obsequio, se levantaron y formaron muro ciclópeo.

Y desde entonces, los hombres acariciaron los bloques pétreos. Sus manos se hicieron ásperas de las constantes suaves caricias que le prodigaron a las piedras, y siguieron más de mil años, eternamente, enamorados de ellas. Y cuando con mazo y cincel las acarician, las piedras chirrían canciones serranas que son para ellos. Y es entonces, cuando las palomas zurean entre las piedras del templo, cuando se repiten y reverberan ecos de amor ardiente y promesas de querer eterno.
.
La infancia y la niñez son, Álvaro, el taller donde se pule y acrisola la rudeza de la piedra natural. El mazo y el cíncel son los padres.
.
.
Déjate desbastar a golpe de cariño porque, aún incomprendido, su profundo amor te hará Hombre.

5 comentarios:

Baruk dijo...

Álvaro bonito,

Aquí tu abuelito (con tanta prisa por irse a recoger aceitunas), ha omitido añadir algo muy importante, y es que parece ser que el amor es una fuerza muy poderosa, capaz de levantar piedras que parecían inamovibles y lo que es más, moldearlas.

Moldearlas y darles esa forma que ellas nunca hubieran sido capaces de imaginar.


Un besito

Anónimo dijo...

La acción suave y perseverante de una de una pequeña gota de agua, filtrada en una gran gruta, puede modelar la roca llegando a crear una impresionante obra de arte . La misma gota constante acumulada una y otra vez sobre el mismo vaso,hace que este se desborde mojando lo que esté alrederor.

Así es que, Alvaro, no te aflijas. No hay motivo de desazón, siempre la vida bulle. No importan las condiciones, lo fundamental es que exista VIDA y esta fluya.

Anónimo dijo...

Anda siempre derecha,
Querida hijita
(Mamá Cangreja díjole a Cangrejita);
Para ser buena,
Obedece a tu madre
cuanto te ordena.

Madre, responde aquella,
Voy a seguirte,
No quiero en ningun caso
Contradecirte.
Ve tú delante,
Que dándome el ejemplo
Lo haré al instante.


Rafael Pombo

Anónimo dijo...

Querido Alvaro, el amor que la piedra sintio por el hombre, como dice tu abuelito,la hizo mostrarse
en todas las formas que la Naturaleza le permitía,así se mostro como grandes bloques de granito que le subyugaban por su fuerza, y otras como pequeñas joyas iridiscentes que le mostraban su belleza inalcanzable, de esta forma la piedra enamoro al Hombre.besitos carmina.

Anónimo dijo...

"Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años."

Un cariñoso saludo.

.
Escucha, niño mío, ahora que yo y tú, Álvaro, estamos solos, te quiero contar un cuento:
.

Page copy protected against web site content infringement by Copyscape