viernes, 9 de julio de 2010

Vida auténtica



En tu media lengua de trapo, Álvaro, ya te he escuchado pronunciar desde mandarina hasta calcetín. También, y casi lo primero, "sí" y "no". Y lo pronuncias con la autenticidad de lo ingenuo, de la niñez, de lo recién aprendido. Por eso dices no, cuando quieres decir no, y sí cuando, simplemente, quieres decir eso.

Vives de una manera auténtica porque dices lo que vives, porque en tu pura inocencia, trocito de mi vida, eres incapaz de buscar la adquisición de valores mediante el falseamiento de la realidad, ni pretendes más objetivo que la verdad sea lo que es, aún cuando se muestre al revés. Tienes esa sinceridad compulsiva que sólo da la ingenua niñez, sin máscara, sin negar lo que sientes.

Por eso, gotita de mi sangre, ahora que tú, Álvaro, y yo estamos solos, te quiero contar un cuento.

Cuentan que un día de Abril en que Colombina, la paloma torcaz, decidió abandonar, como cada año, la oquedad del roquedo del Aznaitín para anidar en el pinar que flanquea el camino de la Fraga, encontró a la lagartija Tornasol y al burrito Carbonilla porfiando sobre los atributos con los que la Madre Naturaleza los había adornado, pues mientras la primera se jactaba de que sus tonalidades versátiles le permitían adaptarse tanto al gris del terruño como a la verde rama del olivar, el segundo presumía de ser el único habitante de la Fraga con opinión propia capaz de mantenerla y hacerla valer y respetar. Y a cada argumentación del uno, se intentaba imponer la verdad del otro. " Cierto es, amiga lagartija - se escuchaba en el rebuzno- , que tu color como el iris, es mutante y adaptable y que te permite acercarte al resto de animalitos de manera imperceptible para elegir tu presa y tu cena, y que deslumbras y confundes al Hombre exponiendo y separando tu rabo, con vida propia, mientras pones el resto de tu ser a buen recaudo y, salvada, lo regeneras. Pero ¿ qué has de decir de mí?. ¿Acaso existe otro ser de opinión más sagrada y respetada que la mía? ¿Quién como yo dirige la recua por los mismos caminos trazados de siempre y con tanta seguridad que ni Perico con su pestuga de mimbrera es capaz de variar mi recta decisión?".

En ello estaban cuando el zozobrante vuelo de la torcaz terminó por invadir la copa del más alto pino, pues la inminente puesta le apremiaba a elegir la mejor rama donde asentar el nido en que refugiar aquellos dos huevos que, incubados, serían su primera pollada de pichones. Tomáronla por referente, y lagartija y burrito hacían de la paloma blanco de burlas ajenas para resaltar las virtudes propias, pues ni en el color de su plumaje ni en el desenvolvimiento de su vuelo, acertaban a ver cualidad alguna que admirar.

Sólo Fusa, la vieja y astuta comadreja, fue capaz de terciar en tan vanidosa disputa y, llamando impostora a la lagartija y tozudo al burro, defendió la autenticidad de la paloma.

Porque las verdades, Álvaro, no son absolutas, sino frágiles, revisables, sujetas a controversia y, en fin, perecederas. La verdad aparece entre dudas como la paloma en el aire que le ofrece resistencia pero que a la vez la sostiene.

La búsqueda racional de la verdad (mejor dicho, niño mío, de las verdades siempre fragmentarias), tropieza en la práctica con dos obstáculos interrelacionados: la sacralización de las opiniones del burrito y la incapacidad de abstracción de la lagartija. Para el primero, las opiniones se convierten en expresión irrefutable de una personalidad a la que si se une la obligación beatífica de “respetar” las opiniones ajenas, si acabas poniéndola en práctica, paralizará tu desarrollo intelectual y social, pues debes saber que el “derecho a tener una opinión propia”, es el de pensar por sí mismo y someter a confrontación razonada lo pensado, pero nunca, como el burrito, el mantener la propia creencia sin que nadie interfiera con objeciones.

A la lagartija, su falta de hábito de abstracción le impide deducir premisas, limitándose a mimetizarse para asegurar la supervivencia, sin pararse a considerar que vivir en una sociedad impone asumir que lo absolutamente hemos de respetar son las personas, no sus opiniones, y que el derecho a la propia opinión consiste en que ésta sea escuchada y discutida, no en que se la vea pasar sin tocarla como a una vaca sagrada.

Aprender a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa, es parte irrenunciable de cualquier educación humanista. Por eso, trocito mío, escucha y pregunta, como unas de las tareas principales para fomentar tu espíritu crítico sin hacer concesiones al simple afán de llevar la contraria.

Distingue bien entre la mentira que nos esclaviza y nos condena a la impostura que acaba haciéndonos vivir de acuerdo con las expectativas que los demás tienen de nosotros, de aquella otra que es una ilusión necesaria. Aquella otra que se cuenta no para engañar a quien se cuenta, sino para ilusionar a vivir al que la crea y difunde y que es, solamente, una locura de la vida para avergonzar a los que se creen sabios. Y comprende que no hay mentira en los naufragios soñados en playas de islotes sin nombre, ni en el ángel de la guarda ni en el Ratoncito Pérez, porque como los horóscopos, biblias y coranes, hay palabras que, a veces, dan motivo a toda una vida.

Encuentra tu propio rumbo. Se sincero respecto a tus sentimientos y cuando esto leas o te lo lean, comprende, niño mío, que uno de los mejores regalos que hoy puedo hacerte es que, algún día, te atrevas a zambullirte en tu interior y fortalezcas lo mejor que hay dentro de ti mismo.






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7 comentarios:

Pilara dijo...

Nos mentimos constantemente en nuestro afán por buscar la verdad. Reinterpretamos, maquillamos, edulcoramos los hechos para construir nuestras pequeñas certezas que a su vez conforman esa infinidad de mundos reales...

Al final del día todos somos algo lagartijas, un poco palomas y bastante burros.

Así es que, Álvaro, no te aflijas. No hay motivo de desazón, siempre la vida bulle. No importan las condiciones, lo fundamental es que exista VIDA y ésta fluya.

Esca dijo...

Me ha encantado lo que susurras al oido a tu nieto ,por lo que para no perturbar ,me quedo en silencio admirandote por ser como eres,
Un saludo para los dos Esca

ana-romanico dijo...

Que envidia de abuelo!!Yo quiero uno igual...
Que suerte tienes Alvaro !!
Que privilegio el de ser abuelo !! A mi nieto le leeré tus bellos cuentos,si me permites para compartir con Álvaro tanta riqueza.Gracias

SYR Malvís dijo...

No sólo te lo permito, Ana, sino que te lo ruego. Es muy confortante que haya personas que compartan esta única experiencia. Y, además, así podemos pasar a los nietos de brazos mientras tomamos una cervecita.

Espero que te quedes.

Saludos,

Baruk dijo...

Lo que tu abuelito intenta decir Alvaro, es que una vida auténtica sólo es posible vivirla bajo tu forma natural y no con la que pretenden "vestirte" los demás.

Y que a la vez, esa forma es tan simple y natural que acabas reconociéndola como la verdadera realidad.

Y que si alguna vez por tu mismo descubres lo que eso significa, Él, tu abuelo, estará muy orgulloso de ti.


Un besin

chis dijo...

Precioso cuento para un precioso niño
Y no sólo para él.
Estudiamos a lo largo de la vida muchas asignaturas o muchas cosas y entre ellas (en demasiadas ocasiones y por muchos motivos) no está esa búsqueda auténtica de la sabiduría.
Seguro que a él le ayudará a ello. Y un poco también a todos
Un abrazo

ana-romanico dijo...

No sé la otra forma de ponerme en contacto contigo. Perdona.Quiero darte las gracias por tus enlaces para las Vírgenes románicas que me dejaste en mi blog inacabado cuando lo visitaste: ana-romanico.
¿Sería mucho pedirte que lo vuelvas a visitar? Ya ácabé de poner todas las que van a formar parte de la exposición que haré en diciembre. Gracias por todo.Saludos.

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Escucha, niño mío, ahora que yo y tú, Álvaro, estamos solos, te quiero contar un cuento:
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