sábado, 13 de septiembre de 2008

El topo

Vive en mi fraga un topo. Tiene un abrigo de piel de color nube de invierno y se llama Furacroyos. Es vanidoso, pero no exhibicionista, pues se complace en la intimidad secreta del subsuelo de la fraga y apenas sale al exterior. Unos dicen que es porque se trata de una criaturilla insolidaria e insociable, pero yo pienso que es por reparo a ensuciar su piel de finísimo pelo aterciopelado y, además, porque es allí, precisamente en lo subterráneo, donde se refugian y habitan todos los seres mágicos desplazados por la incredulidad y el pragmatismo de los hombres.

Algunas personas mayores ya lo conocen, pero tú, todavía, no.

Un día, Furacroyos tuvo que abandonar su refugio y cubil en búsqueda de su compañera que llevaba varios días desaparecida.

Cruzó la fraga con caminar torpe, pues debes saber, Álvaro, que los topos tienen patas como manecitas humanas, y dedos fuertes y alargados con los que son capaces de construir interminables túneles subterráneos, pero que en la superficie, son ciegos y torpes y más que andar, parece que estuvieran cogiendo puñaditos de arena. Porque casi no son de este mundo.

A cada murmullo del viento sobre las hojas; a cada golpe de fruta que desprendida de su pezón tocaba el suelo; a cada roce de hierba por el más insignificante de los insectos, nuestro amiguito se acobardaba y apretaba contra las matas de tojal y madejas de zarzas, como si se tratara de la ceremonia aprendida de un fugitivo escapado de su penal.

Nadie supo darle razón del paradero de su amada. Ni el tejón que conoce todas las galerías de la fraga, ni el sabio raposo, ni las moscas, que todo lo posan, ni tan siquiera el cuervo que con sus alas de espejo transmite información a todas las aves que sobrevuelan la tierra.

Al límite de la fraga, se encuentra el pazo del hombre. Y hasta allí llegó nuestro amigo Furacroyos, querido Álvaro, buscando desesperadamente a su amada compañera. Cavó galerías y galerías que parecían no tener fín. Eran tan estrechas que Furacroyos pasaba por ellas como el cepillo del fontanero por el tubo del fregadero atascado.

El laberinto de su búsqueda, pasaba bajo las raíces del maizal, del bosque de castaños y hasta de las columnas gordas y retorcidas que no eran sino las raíces de los nogales que daban sombra al lujoso caserío.

Anda y anda en su desesperada búsqueda de amor Furacroyos, tejiendo una maraña inmensa de laberintos y agujeros que al final acabaron por destrozar el patatal del pazo y, con ello, arruinar, su cosecha.

Su rica propietaria, monta en cólera y pone precio a la cabeza de Furacroyos ofreciendo recompensa jugosa para quien lo capture, vivo o muerto.

Un fatídico día de agosto, nuestro amiguito Furacroyos sube y sube la galería del nogal, junto al caserío y encuentra a Frais, la costurera, sentada en una pequeña silla de madera a la sombra del nogal, que cosía en silencio. En sus manos, una tablilla en la que estaba clavada y seca una piel de medio palmo, como una blanca nube de primavera, con la que estaba confeccionando un gabán para la dueña del pazo.

Furacroyos quedó tan angustiado y abatido que no se apercibió de Fuco, el hijo de Marica da Fame, que aprovechó el momento de debilidad para capturarlo con su red y conseguir los cuatro duros de su recompensa.

Semanas enteras permaneció Furacroyos encerrado en una jaula mientras la dueña del pazo meditaba su venganza para que sirviera de castigo ejemplar. Al principio pensó en decapitarlo y aprovechar su piel para el gabán que le estaban tejiendo, pero eso, pensó, sería una muerte muy rápida y, además, el color de la piel desentonaba con las del resto de las piezas, mucho más claras. Después, meditó en exponerlo clavado al sol del mediodía para que sirviera de ejemplo al resto de las criaturas, pero acabó desechándolo porque el olor de su podredumbre, atraería al emjambre de moscas. Tras mucho meditar, encontró la que estimó la más cruel tortura para la humanidad: enterrarlo vivo.



¡ Y lo enterró vivo¡.

Querido niño mío. Cuando algún día esto leas o te lo lean, quizás comprenderás algo. Que hasta en los actos humanos más deleznables y ruines, puedes hallar un rayo de Esperanza.

Así, pues querido Alvaro ¡ VIVE¡

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alvaro bonito,

Lo que tu abuelito pretende insinuar, es que en este mundo loco en el que nos ha tocado vivir, lo que para unos resulta un terrible castigo..., para otros es la libertad.

Un besito

Anónimo dijo...

Cada día tiene su afán. Los pequeños seres también acometen sus grandes empresas. El valor de éstas a veces no es comprendido por el resto del mundo, pero a pesar de eso se emplean con ahínco, entregándose con tesón para conseguir su proyecto.
El resultado es incierto, se persigue el éxito pero no debe asustarnos una derrota pues ésta , lo más seguro, cimentará con el tiempo alguna parte de nuestra existencia.

Así es que, Alvaro, no te aflijas. No hay motivo de desazón, siempre la vida bulle. No importan las condiciones, lo fundamental es que exista VIDA y ésta fluya.

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Escucha, niño mío, ahora que yo y tú, Álvaro, estamos solos, te quiero contar un cuento:
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